Las remesas enviadas por migrantes mexicanos desde el extranjero, especialmente desde Estados Unidos, han sido una fuente fundamental para el sustento de millones de familias en México. En 2023, las remesas alcanzaron un récord de 58,497 millones de dólares, según datos del Banco de México (Banxico), representando una de las principales fuentes de divisas del país, por encima de sectores como el turismo y el petróleo. Sin embargo, esta dependencia económica también trae consigo desafíos sociales importantes que afectan tanto a las familias receptoras como a las comunidades de origen.
Uno de los principales retos es la dependencia económica que muchas familias desarrollan hacia los ingresos enviados desde el extranjero. En algunas comunidades rurales, las remesas representan una proporción significativa de los ingresos totales de los hogares, lo que limita su capacidad para generar recursos propios. Según un estudio de El Colegio de México, en municipios altamente dependientes de las remesas, hasta el 50% de los ingresos familiares provienen de estos envíos. Si bien estas transferencias han permitido cubrir necesidades básicas como alimentos, vivienda y educación, también han generado una dinámica de vulnerabilidad. Cuando los envíos disminuyen o cesan, debido a crisis económicas o cambios en la situación laboral de los migrantes, las familias quedan expuestas a dificultades económicas graves.
Por otro lado, las remesas afectan profundamente las dinámicas familiares. La decisión de emigrar, a menudo tomada por razones económicas, implica la separación de los miembros de la familia. En muchos casos, el padre o la madre migra, dejando a los hijos al cuidado de abuelos u otros parientes. Este fenómeno puede generar tensiones emocionales y distanciamiento entre los familiares. Investigaciones del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM han señalado que las familias separadas por la migración enfrentan retos relacionados con la crianza, el manejo de recursos y la cohesión familiar.
Además, la llegada constante de remesas puede alterar las relaciones de poder dentro del hogar. El miembro que envía dinero desde el extranjero a menudo asume un rol de autoridad en la toma de decisiones, lo que puede causar conflictos con quienes administran los recursos en el lugar de origen. Por ejemplo, un estudio publicado en *The Annals of the American Academy of Political and Social Science* encontró que las familias receptoras a menudo experimentan tensiones sobre cómo utilizar las remesas, especialmente cuando hay discrepancias entre las prioridades del remitente y las necesidades locales.
En el plano comunitario, la dependencia de las remesas puede llevar a una menor participación en actividades económicas locales. En comunidades donde una gran parte de la población migra, la falta de mano de obra joven para actividades agrícolas o comerciales afecta la economía local. Este fenómeno, conocido como “economía de remesas”, ha sido documentado en estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que resaltan cómo las remesas pueden reducir el incentivo para buscar empleo local o desarrollar emprendimientos.
Aunque las remesas son una fuente vital para muchas familias mexicanas, también plantean desafíos sociales significativos. La dependencia económica y las tensiones familiares que surgen de estas dinámicas exigen políticas públicas que promuevan la inclusión económica en las comunidades receptoras y fortalezcan la cohesión familiar. En este contexto, es crucial fomentar el uso productivo de las remesas y reducir la vulnerabilidad de las familias frente a posibles interrupciones en estos flujos financieros.